Preocuparse...

se puede ser feliz

El hombre es el único ser capaz de pre-ocuparse, tratando de prever el curso de los acontecimientos por venir. Esto que nos otorga una gran ventaja como especie ya que nos permite estar mejor preparados para enfrentar los desafíos que nos impone la vida. Pero la preocupación implica también un cierto grado de inquietud acerca de hechos futuros que anticipamos pueden ser negativos, y por lo tanto generar ansiedad.

 

Es cierto que alguna preocupación puede ser positiva: la llamada preocupación constructiva: es aquella que forma parte de un proceso de resolución de problemas, y nos permite definir el problema, generar alternativas de solución, evaluarlas y elegir un curso de acción.

 

Pero la preocupación constante puede tornar la vida diaria en una tortura. Las personas que sufren de Trastorno de ansiedad generalizada se preocupan constantemente acerca de una variedad de temas: desde la seguridad o la salud de sus seres queridos, los robos, la estabilidad del empleo, hasta el futuro de la humanidad.

 

La anticipación pesimista acerca de hechos futuros los atormenta: si el marido se demora en llegar, están seguros de que les pasó algo malo, descartando razones más probables, como que se le hizo tarde en el trabajo, o se detuvo a cargar nafta, o el tránsito infernal. Si el jefe les hace una crítica, piensan que van a perder el trabajo. Si van a dar un examen ya se imaginan reprobándolo. No logran abrir su mente a otras posibilidades de desenlace más benignas, sino que se ven compelidos a elegir el peor de todos los desenlaces posibles, y darlo por cierto. Esto trae una sensación de ansiedad y desesperanza constantes, que se reflejan en actitudes que abruman a sus allegados.

 

Sólo un tratamiento psicológico especializado en este tipo de trastornos puede ayudar a detectar y corregir este tipo de pensamientos distorsivos, logrando en consecuencia disolver la ansiedad y mejorar notablemente su calidad de vida, no sólo para sí mismo sino para todos los que lo rodean.

 



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