¿POR QUÉ LE PERDIMOS EL MIEDO AL VIRUS?

abrindis

Al principio de la pandemia nos cuidábamos: tratábamos de no salir a la calle, nos lavábamos las manos obsesivamente, desinfectábamos cuidadosamente todo objeto o comestible que entraba a nuestras casas, evitábamos el encontrarnos con los seres queridos. Pero es evidente que con el correr de los meses y a pesar del número creciente de víctimas, el nivel de alerta bajó, se relajaron los cuidados, salimos a la calle con frecuencia creciente, y transgredimos en mayor o menor grado las reglas que antes acatábamos con convencimiento.


¿Qué pasó, perdimos el miedo ante las posibles consecuencias del contagio? Los psicólogos identificamos algunos factores que influyeron en este fenómeno.


El primero es la duración de la pandemia. Existe un principio de adaptación y protección de nuestra psiquis que hace que ante un peligro agudo, repentino, reaccionemos rápida e intensamente, pero cuando esta amenaza se prolonga en el tiempo, nuestra respuesta a la misma se atenúa. Sostener altos niveles de alerta y miedo sería imposible para nuestra mente sin sufrir graves daños, entonces se produce una suerte de acostumbramiento a la nueva situación, disminuye la intensidad de la reacción de angustia y se instala una “nueva normalidad”. Esto se vio con claridad durante las guerras, donde la población, entre un bombardeo y otro, con el paso del tiempo, instalaba ciertas

rutinas que le permitía sobrellevar la situación y mantener la cordura.


El segundo factor tiene que ver con el tiempo de incubación del virus que hace que el tiempo que media entre el contagio y la evidencia de la enfermedad sea de entre diez y quince días. Desde el punto de vista psicológico, si somos expuestos a una situación peligrosa y el daño temido no aparece inmediatamente, la sensación de peligro disminuye.


Este principio es utilizado por la terapia cognitivo conductual para el tratamiento de las fobias, para las que se implementa la llamada terapia de exposición, donde se trata de que el paciente se enfrente progresivamente a aquello que teme, (un perro por ejemplo), hasta que su reacción de miedo se atenúe al punto de poder acercarse, estar en el mismo cuarto con él, e incluso llegar a tocarlo.

La gente frente al virus ha ido diseñando su propia terapia de exposición cuando, por ejemplo, advierte que sale a la calle y no se contagia (o al menos eso cree); entonces su miedo disminuye, se minimiza el peligro, y en consecuencia adopta conductas de riesgo creciente.


El tercer factor, derivado del anterior, es el sistema de castigo y recompensa, que fomenta el incumplimiento de las normas de seguridad. Cuando nos negamos por ejemplo a ir a una reunión con amigos, el castigo (ausencia del disfrute) es inmediato y tangible, mientras que la recompensa (mantenerse sano) es remota e intangible. Por el contrario,

el incumplimiento trae beneficios inmediatos (el reencuentro con amigos, el disfrutar la compañía, el sentir que se recupera la vida anterior), mientras que el castigo es incierto.


El cuarto factor tiene que ver con la evaluación de los riesgos. El ser humano no aprende todo por experiencia propia sino también por observar experiencias ajenas. No necesitamos haber corrido personalmente a 300 km por hora en un coche de carrera para percibir a esta actividad como peligrosa: basta con haber visto muchos accidentes para saberlo. Por el contrario, el haber visto a tanta gente subir a los aviones sin miedo, y salir indemnes de la experiencia, hace que la sensación de peligro en la mayor parte de los casos disminuya. El ver que tantas personas incumplen las medidas de seguridad frente al virus hace que nuestra evaluación del riesgo se distorsione, y lo creamos menos peligroso de lo que en realidad es.


Conocer los factores cognitivos que actúan distorsionando nuestra correcta evaluación de los riesgos que asumimos frente a la pandemia, contribuye a que sepamos que lo indicado es atenerse a los datos objetivos apoyados en la ciencia para mantener la salud propia y la de nuestra comunidad.



Copyright © 2000 - 2015 Derechos Reservados - Centro Apertura
E-mail: direccion@centroapertura.com.ar

Desarrollado por: Supercreativos